jueves, 26 de marzo de 2020

CUENTOS DE MI ABUELO LUDOVICO Y DE OTROS CADÁVERES, de Nelson Van Jaliri


Libro de bolsillo publicado en la ciudad de La Paz el año 2016


CUENTOS DE MI ABUELO LUDOVICO
Y DE OTROS CADÁVERES




CUENTOS DE MI ABUELO LUDOVICO
Y DE OTROS CADÁVERES

Nelson VAN Jaliri

Depósito Legal: 4 – 2 - 4484 - 16

Impresión: Creaciones Prografic

La Paz (El Alto) – Bolivia
Octubre de 2016




A la venerable calavera de mi abuelo, porque
sufre la hiperestesia de la luna; y, está libre
afortunadamente de la imbecilidad de las almas truncas.- A. A.









INTROITO


En los cuentos que mi abuelo Ludovico contaba, no faltaban aquellos que estaban relacionados con el triunfo del alma que sobrevive a la muerte. Después el alma volvía al reino de los vivos, cobraba deudas, se vengaba asustando a los más incautos, a los infieles que dañaban vidas y familias.

Algunas de estas almas, tomaban la imagen de algún ser vivo, como algún animal, perro, oveja, etc. Y a lo mejor de alguna chola bella, hermosa, vestida con las mejores sedas y aromatizada  de perfumes costosos. Estas almas en pena engañaban, seducían, en especial a los borrachitos que se recogían a altas horas de la noche y los espantaban con su rostro de calavera. Otras veces les llevaban a sus aposentos, lujosos lugares imaginables; pero las víctimas amanecían en muladares, embadurnados de excremento y basura.

Mi abuelo también contaba de carrozas que ardían, manejadas por seres cadavéricos vestidos de frailes, acompañados con gritos de dolor y agonía, carcajadas de espanto.















Estos cuentos están basados en sucesos sobrenaturales y otros reales de la Villa Imperial de Potosí.- Nota del Autor.











NACIMIENTO


Rayaba el Sol el Alborada, los rayos del Sol eran trazos llenos de vida y un aire a quietud, amanecía en toda la ciudad.

Casitas formadas de cal y cemento, vistosos colores, conjuncionado con el desarrollo de la ciudad y el aire a quietud que imperaba entonces.

Era Rómulo Ludovico Durán, hombre joven, tez morena, sangre india, sangre pura. El aire al amanecer se volvía en brisa y cubría la tez de Rómulo Ludovico al salir de  casa.

Uau uau uau, un perro a lo lejos se escuchaba y otro le respondía, uau uau uau. Rómulo pensó algo y ese algo se volvía en nada. Porque nada era lo que pensaba, era simplemente un silencio  y ese silencio se volvía en nada. Por lo que, al momento quiso marchar y en el acto lo logró.

El andar de Rómulo era lento, aplanando calles, de los arrabales de la ciudad; casonas de adobe, con paja, calamina, sin ninguna concordancia, pobreza o la otra moneda de la ciudad.

Mientras tanto, el cielo azul, el amanecer, era el día; el día, el día era el tiempo  y el día era la mañana.

Rómulo con paso lento, subía por una y otra calle, tierra, desolación, tristeza, las cosas son así.

“Sábado- pensaba Rómulo”.



                      



LA OVEJETA


Por tu orgullo…!  ¡Compadre, échate otra! ¿Tu traición…? Sí, sí. Pero…Lucho, cartucho, por qué tan triste, puis? ¡Échate un trago!...

Quiebran la quietud de la noche triste, fría, el parlotear de tres voces, monótonas, tres amigos. Doblan una esquina, suben una calle, llegan a un lugar casi sin luz, no se ve nada. Las campanas de la Catedral anuncian el girar de las manecillas del reloj, en círculos, en estado etílico, sin recibir sensaciones de ninguna naturaleza, han perdido casi el conocimiento, sonámbulos por el trago amargo, la vida, una pesadilla viviente.

Una más…uh! ¡Okey! Han doblado una esquina y en ella han encontrado nuevamente luz. No falta poco para que pierdan  el conocimiento.

Rogelio!...¡Mira! ¡Qué!, si solamente es una ovejeta. En los tres se reflejan sus miradas. Van tras ella. Quieta, estática, no les cuesta nada, la agarran, después el susto les costará.

Pásame tu navaja. Para ti te tocará un lado, a ti el otro y a mí  lo que queda. Una voz profunda, como eco, se escucha. ¿Y la cabeza, para quién? Es la voz de la oveja.

De miedo los tres corren, dejan a un lado a la oveja y se pierden en la quietud de la noche.








LA MULA ANDANTE


Hasta las piedras se ponen rojas al escuchar  cuentos del Tío y del más allá, decía Don Rómulo, zapatero desde tiempo atrás. Había aprendido el oficio recogiendo clavos perdidos de la mesa de su maestro y ponerlos luego en las cajas respectivas por tamaño, uno por uno, toda una bendida mañana, sin haber aprendido casi nada. Los de antes no querían que aprendiéramos rápido, pues pensaban que una vez aprendido el oficio, de la noche a la mañana, habría nacido la competencia…Yo empecé a los seis con cosas inútiles, incluso golpeando la suela húmeda.

Don Rómulo, cuéntame otras cosas más, cosas que han pasado por estas calles. ¿Cómo de qué? Sobre algunas cosas raras, algo habrá pasado siempre, ¿no? Claro…resulta que, a la media noche es demasiado pesado estos alrededores…Don Rómulo cuenta:

Bueno, un día sábado por la noche, como a las doce. Acababa recién de mudarme a este domicilio. Mis amigos me habían acompañado hasta esa hora, bebiendo un buen singani. Aún no era casado.  Pero ellos se habían ido antes de las doce, no sin antes enterarme por boca de ellos, que a esa hora, por estas calles, se aparecía el demonio convertida en mula. Yo no les creí. Hasta que me quedé solo. Pocos minutos después el sueño me venció, me quedé sentado dormido.

Con los ojos entreabiertos y un dolor de cabeza que bajaba a los pies, oí el tic tac de herraduras, me paré con mucho esfuerzo, una neblina oscura no me dejaba ver, el tic tac provenía de afuera, de la calle, unos cuantos pasos sólo alcancé a dar, el tic tac era más fuerte. Con algunos problemas de articulación, proseguí el andar, llegué a la puerta, la abrí y enfrente, en medio de la calle, el tic tac, vi a la mula andante, se abrieron mis ojos, la neblina oscura desapareció por completo, la mula también desapareció en la inmensidad de la noche, en el fondo oscuro de la calle. Después de esa noche, ya nunca volví a ver a la mula andante.








LA MUY SEÑORA ESPERA


Carmen Rosa era una niña traviesa pero le gustaba ayudar a la gente mayor. Vivía con su familia en alquiler, en una casa muy antigua de la calle Sucre. Todas las personas que vivían ahí, tenían que pasar un pasaje estrecho y largo hasta llegar al primer patio.

Una noche la mandaron a la Carmen Rosa a comprar pan. Ella recorrió aquel pasaje estrecho y largo del cual no pasó nada. De regreso con el mandado, un olor a flores secas se percibía en todo el escenario. Carmen Rosa divisó con la mirada en medio de aquel pasaje, una señora extraña vestida de luto, que hacía armonía con la oscuridad de la noche. La niña no dudó en ser grosera con la señora y tuvo que saludarla. Buenas noches, señora? La muy señora no contestó; pero una pequeña voz, en la mentecilla de la niña cruzó. No contestó nada la señora, a quién esperará? Después los minutos y segundos no tardaron, la niña volvía con el mandado, con los panes y el cambio; sin embargo, esa pequeña voz que mentalmente surgió algún instante, se volvió en voz externa, la niña no tardó en avisar a sus padres que había una señora que esperaba en aquel pasaje. La  muy señora espera. Los padres asombrados por la noticia vaga y pensando que era otra cosa, fueron al escenario de los hechos, del cual no hubo la señora que esperaba, lo que probaba la extraña de las circunstancias; pero el olor a flores secas, empezaba a tener un olor a azufre quemado. La muy señora espera. Carmen Rosa Rosa, era sólo un niña.









MARÍA, BARRIGA FRÍA


Este cuento es muy conocido, contado en muchas ocasiones por la gente mayor. De todas maneras, lo contaré de forma natural, sin retoques, de forma personal y con los pies bien puestos sobre el suelo.

María era otra niña demasiada buena y obediente para ser cierto. Vivía con su Madre, su Padre había fallecido hace dos años, para ser demasiado exacto. Un  día su madre la mandó a comprar hígado para la cena; pero como siempre, el Diablo se le aparece al más incauto, al más santo. El Diablo anda suelto, los abuelo decían. ¿Castigo de Dios?, no. La tentación se le vino desviando su propósito original. María durante el trayecto, se había detenido en una dulcería, cuyos antojos acabaron en comprar dulces en vez del hígado para la cena. De esta manera María disfrutaba los dulces, que muy gustosamente saboreaba uno a uno, de leche, de maní e incluso los mentolados.

No tardó María en acordarse de su propósito original; sin embargo, muchas ideas cruzaron su mente, quería subsanar lo que había hecho sin darse cuenta del error. Aún estaba a tiempo. El Cementerio no estaba lejos. María resolvió en sacar el hígado de algún muerto que estaba depositado en la morgue. Minutos después, María regresaba a casa con el hígado del muerto, afirmando que era fresco y que tuvo mucha suerte en comprar del mercado.

Más tarde, sin haber comido el hígado en la cena, María se había acostado muy tarde, con una conciencia que le subía hasta la cabeza. Hasta tal punto que escuchaba pasos, cosas extrañas y una voz profunda que decía. María, estoy subiendo la escalera. María, estoy cerca a tu puerta. María…!, ya estoy abriendo tu puerta. María…!, de tus pies ya estoy agarrándote!! Y María gritó, haaaa…aaay.








CON OLOR A TRAPO VIEJO


La armonía de las cosas empieza a fermentarse, todo por lo que los años dejan un olor a trapo viejo. Estos tiempos no son los de ayer, tampoco serán los de mañana.

Qué será del Tula. Dicen que murió en un accidente por la Avenida Alayay. Su novia sigue viviendo en su retraso mental, alguna vez la vi con la barriga hinchada que esperaba algún momento para dar a luz, ¿habrá parito? ¿El Tula se habría puesto contento?, pero supongo que no era para él, me imagino que fue fruto de una violación. ¡Tula!, la colegiala con la carita sonrojada escapaba a los toques mágicos del juego. Y el Tula en su juventud, entrando a la adultez, estaba encerrado en su niñez.

¡Oso! Al Oso le han visto por última vez recorriendo su último tramo por la Bolívar. ¡Oso!, unos jovenzuelos le gritan. El Oso responde con palabras de grueso calibre. El antes y el después. Dicen que el oso vivió sus últimos años en la ciudad de Sucre, en algún hospicio de ancianos. El oso siempre llevaba  en la espalda un bulto grande que cargaba en todo su andar y sobrepasaba su diminuta altura, era bajito. Si te portas mal el Oso te llevará, era la afirmación que las madres sentenciaban a los niños llorones, que ironía de la vida. Ahora el oso sólo es un mito en la juventud de ahora, a lo peor sólo es un olvido que nadie recuerda.

Estos personajes que valen un tanto de polvo y olvido, valen un Potosí. Al Loco Varita también se lo olvidará muy pronto. Con su ropa sucia, llena de remiendos. Se le ve todos los días en inmediaciones de la ex Estación de trenes, en la Feria o por la pasarela imitando a un Varita. Una vez le vi enfermo debajo de una locomotora vieja que existe en  la ex Estación, la gente piadosa le ayudaba dejando botellas descartables con mate de coca o manzanilla. Con el tiempo se rehabilitó  de su enfermedad, lo vimos en su habitual trabajo. Loco varita, tú sí que vales.

Mis andanza recorren ahora las calles, lo colonial se confunde con lo nuevo. Al Chapaco, otro ilustre loco, le han dado por perdido. El cura que andaba  manejando su moto, ya murió. Una mujer de edad avanzada, todos los días por la tarde, da discursos en inmediaciones de la Catedral en contra de este gobierno. Otra mujer, también de avanzada edad, camina por las calles con bolsas nailon sujetados a sus extremidades. Como también hubo  otro loco que camina recolectando bolsas negras. Hay otro que camina con la cara pintada con betún de calzado y otro que limpia las parabrisas de las movilidades. ¿Serán estos ilustres ciudadanos, los nuevos locos de este tiempo? El tiempo camina despacio a mi alrededor, pero es como si fuera mañana.







  

LA NOVIA VUELVE


Por los años ochenta estuvo de moda una historia inundada  de lo más selecto de la cursilería. Esta historia que ahora se convierte en un cuento de las mil y una noches, volvió a sonar en los círculos del chisme a finales de los noventa. Dicen que la alma en pena de la novia volvió y busca venganza!

Cuentan los anales de Potosí, que cierta mujer después de esperar a su esposo de volver de la Argentina, se había enterado que se casaba con su amante en la Catedral de Potosí; pero cuando la nueva pareja de casado salía de la ceremonia, la mujer en la puerta de la Catedral, apuñaló a la novia en el corazón, terminando todo en una enredadera en el ir y venir de los asistentes. Desde entonces el alma de la novia vaga por las calles silenciosas y noctívagas de Potosí, espantando a los más débiles. Es la llorona de Potosí.

A finales de los noventa causó revuelo en Potosí, que la novia había vuelto. Todas las noches aparecía la novia en una de las ventanas del Colegio Cleto Loayza, ubicado en la zona de San Benito; sin embargo, sólo era el reflejo que ocasionaba la cruz ubicada donde actualmente está el Mirador, por Pari Orko. Todas las noches la gente que no hacía nada, se conglomeraba en inmediaciones del colegio Cleto Loayza y ver el fenómeno que asombraba a los más tontos.











LOS SANTOS SIN DEVOCIÓN


Al Tata Catorceno le van a fusilar. Los chismes cuentan que había violado a una niña, pero que en los hechos no pasó nada. Eran los tiempos que gobernaba Germán Busch. Más tarde el médico que atendió la causa Domingo Flores, indicó que no hubo el rompimiento del himen, pero  ya era demasiado tarde.

¿Es posible que Sambo Sambito sea auténticamente de origen potosino? Felipe honores, era uno de esos pillos que vivía por los suburbios de Potosí, por el cementerio y que de lo robado daba a los más pobres. Fue fusilado en 1923 en la plaza principal de Potosí.

El Cementerio General de Potosí, denominado Cementerio Sucre, fue construido en 1905. Su antecesor se encontraba en los alrededores del templo de San Bernardo y que había funcionado desde la colonia. Cementerio que guarda los restos mortales del R. P. Tata Catorceno y Felipe Honores, y que es visitado por la gente porque supuestamente hacen milagros.

Por favor, no me olvides. Berno es otro de los santos. Se le apareció  a un hombre por casualidad en el Cementerio de Potosí, fue tal su impresión que al estar caminando chocó con algo, bajó la cabeza y ahí  estaba el bulto, implorando que se recoja. El hombre abrió el bulto. Por favor, no me olvides. Y se encontró con la cabeza de Feliciano Berno.

Otro cuento al cual no es nada cierto, asevera que Berno era en vida un abogadillo tan malo, que no tenía compasión de los ricos y aún más de los pobres. Su alma se condenó después de morir y que ahora debe cumplir su penitencia a cambio de los favores que hace a los creyentes, a través de los rezos que hacen estos.

De todas maneras, la cabeza de Feliciano Berno se encontró en el mausoleo del Señor de la Vera Cruz y los socios lo llevaron a la puerta del mausoleo, la gente le puso velas, le rezaron y aseguraron  que cumplía milagros. Más tarde los socios lo pusieron en el lugar donde actualmente se encuentra, debido a las manchas negras que producían las velas y la cantidad de flores que se reunía. La Honorable, la tan Honorable Alcaldía Municipal de Potosí, construyó su tumba y desde entonces hay mucha devoción a este “Santo”…

¡Doña Felipa!, sírvame otra jarrita de chicha, para seguir contando.











INDICE

Introito

Nacimiento

La ovejeta

La mula andante

La muy señora espera

María, barriga fría

Con olor a trapo viejo

La novia vuelve

Los santos sin devoción





























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